El otro día fui a Plymouth, que es una bonita ciudad costera de pequeñas casitas blancas de la época isabelina. Lo que nadie dice nunca de las ciudades costeras es que la brisa marina te riza el pelo. Y si ya le tienes de natural rizado, y has tenido la mala suerte de ir en un día con mucho viento, entonces pareces un extra de una peli de Tim Burton
Digo todo esto para que quede claro por qué tenía yo tanto interés en acicalarme cuando cuente lo siguiente:
Resulta que en los aseos de señoras de la estación de autobuses no hay más que un espejo minúsculo que está alejadísimo de los lavabos. Aparte de comentar que así no hay manera de adecentarse, lo interesante es que como yo estaba a la caza de un espejo, sometí a tooooodas las paredes a un examen minucioso. Y encontré esto:
Los carteles dicen: ¡Pega aquí tu chicle! (nosotros cuidaremos de él)
¿Ein?
Vale, lo de pisar un chicle del suelo es un asco y a todos nos molesta. Pero no sé si dejarlos en las paredes es una gran solución.